01/ Mayo/2020
Un día en el trabajo con Chespirito
En este Día del Trabajo queremos platicarte cómo transcurría una jornada laboral de Roberto Gómez Bolaños cuando realizaba las grabaciones de su programa. Como era muy madrugador y puntual, llegaba a los estudios de Televisa San Ángel a las 7.30 de la mañana y se dirigía a alguno de los dos foros en donde se grababa Chespirito –según las necesidades de la empresa, se alternaba entre el foro 2 y el foro 5. Al llegar al lobby, hacía una escala obligada en el área de café –era su bebida favorita y disfrutaba tomarla a lo largo del día– y después se trasladaba a su camerino.
Durante los primeros años del programa, Roberto compartió un camerino grande con todos los actores que lo acompañaban; pero después tuvo su propio espacio, el cual aprovechaba, cuando había pausas largas en la grabación, para trabajar en el proyecto que tuviera en ese momento –un libro o una película– o bien, para revisar sus libretos, si sentía que necesitaba reforzar la memorización de sus diálogos. Lo que nunca hizo durante esos momentos a solas fue escribir algo para su programa de televisión: esa tarea la realizaba en casa.
En el camerino elegía el vestuario correspondiente al sketch que se grabaría y pasaba al área de maquillaje, la cual se llenaba de risas y animadas conversaciones, pues siempre coincidía ahí con alguno de sus compañeros. Por cierto, lo único que Chespirito no dejaba hacer a la maquillista era pintarle las pecas del Chavo: de eso prefería encargarse él mismo. Una vez que estaba caracterizado, entraba al estudio de grabación y, en ese momento saludaba a todos de mano, con una sonrisa o, incluso, con alguna pequeña e inofensiva broma. Con toda seguridad, nadie olvidó la sencillez y la naturalidad con la que siempre trató a todos los que laboraban ahí; es por ello, y no sólo por su gran talento, que fue muy querido por quienes se relacionaron con él de una u otra manera.
Después del ritual de los saludos, Chespirito hacía un recorrido por todos los sets para comprobar que estuvieran en condiciones óptimas para comenzar a grabar. Esto era especialmente importante cuando se construían sets especiales, como cuando se grabaron “Blanca Nieves y Los Siete Churín Churín Fun Flais”, “Don Juan Tenorio” o “El Rascabuches en el Viejo Oeste”. Chespirito era muy preciso y exigente con todos los aspectos de la producción y la escenografía no era la excepción. Si pedía que se hiciera alguna modificación a los sets, los encargados se ponían a trabajar de inmediato; cuando los cambios correspondían al escenario con el que arrancaría la jornada, se fijaba un “compás de espera” y no se comenzaba a grabar hasta que todo quedara tal como él quería. Lo mismo ocurría con la utilería y la iluminación; su rigor en el trabajo era incuestionable y ponía atención hasta al más pequeño detalle.
La etapa de grabación comenzaba con un ensayo general, durante el cual Chespirito indicaba a los actores dónde habían de colocarse, en qué momento tenían que desplazarse hacia algún lugar del escenario o en qué punto debían realizar alguna acción. En algunas ocasiones, la dirección escénica de Roberto implicaba también mostrar a los miembros del elenco alguna reacción específica de sus personajes o, quizá, la intención que debían imprimirle a sus interpretaciones. Chespirito tenía todo el trazo escénico –es decir, los movimientos, desplazamientos y acciones de los actores– apuntado en sus guiones, cuidadosamente escritos y preparados con anterioridad. La razón de su meticulosidad es que siempre fue enemigo de la improvisación, así que todo lo que ocurría frente a las cámaras lo tenía fríamente calculado.
En algunas ocasiones, los actores sugerían, durante el ensayo general, un chiste o una reacción que no estaban en los guiones. Para que Chespirito aceptara esas ideas tenían que cumplir con tres condiciones: que la propuesta fuera apropiada para el personaje, adecuada para la historia y, además, muy buena –es decir, más chistosa que la escrita por él. Después del ensayo general se hacía otro de carácter más técnico para el director de cámaras, el ingeniero de audio y el encargado de realizar los efectos de sonido –como el golpe del Chavo a don Barriga, el coscorrón de don Ramón al Chavo o la bofetada de doña Florinda a don Ramón–; y, finalmente, se rodaba la escena. Una vez terminada la grabación, Chespirito revisaba el resultado en un monitor que siempre tenía en el foro. Si el gustaba cómo había quedado, se pasaba a lo siguiente; pero si algo no lo satisfacía, había que repetir las tomas tantas veces como fuera necesario, hasta que todo estuviera correcto.
A media tarde, Chespirito acudía al comedor de ejecutivos de la empresa; ahí charlaba sobre cualquier tema con quien compartiera la mesa. La hora de la comida y las breves pausas que se hacían durante las grabaciones eran los únicos momentos en que conversaba sobre cuestiones que no tuvieran que ver con el trabajo: teatro, historia, fútbol o eventos deportivos especiales –aunque podía platicar de cualquier cosa gracias a su amplia cultura, su tema predilecto eran los deportes. Finalmente, después de una jornada laboral de diez horas, terminaba el día para Chespirito, con la satisfacción de haber realizado un gran trabajo y con la motivación de volver al día siguiente con nuevas ideas y renovadas energías.
Genial esta entrada del blog!
Siempre les pregunto lo mismo: quien redacta el blog? Me causa curiosidad porque por ejemplo en esta entrada demuestra que vivió y/o participó de los programas!! Cuéntenos Porfavor 🤗
Me gusto muchisisiiisimo este texto
Chespirito fue muy creativo, y sin querer queriendo muchos televidentes conocimos y aprendimos gracias a sus programas, por ejemplo yo gracias a él conocí a Cleopatra, conocí las palabras chusma, mentecato, pleonasmo etc. ÉL en varios de sus programas mostró al Quijote de La Mancha, hasta grabó unas escenas del Quijote provocando en mí el interés de leer esa increíble novela que acabo de terminar hace poco.
Chespirito no solo tenía la intención de hacer reír en sus programas, también de enseña.
Yo tuve el honor de saludarlo personalmente cuando me firmó su libro “Sin querer queriendo” en la FIL de Guadalajara en el año 2006, es una persona muy sencilla, ya que yo no sabia que decirle por nervios, sólo le dije: es un placer, y él me respondió: igualmente. Siempre recordaré ese día amigo Chespirito.