15/ Abril /2019

“¡Luces, cámara… acción!”

Antes de comenzar las grabaciones de los programas de Chespirito, se hacía un plan de trabajo como éste:

La primera columna mostraba el orden en que se rodarían las escenas; la siguiente, el número asignado a cada escena en el guión; luego, se indicaba el lugar en que se desarrollaría la acción, qué personajes intervendrían y los objetos que utilizarían. Ya que estaba decidido el plan de trabajo, ¡todo estaba listo para empezar a grabar!

Lo primero era el montaje de las escenas. Roberto Gómez Bolaños, además de escritor y productor, fue un gran director; durante el montaje, él daba indicaciones a los actores sobre las posiciones que debían ocupar y las acciones que debían realizar sus personajes. Era como el “mapa” o la “ruta” que todos debían seguir durante el desarrollo de la escena. Chespirito nunca dejaba nada a la improvisación; cada posición en el set, cada movimiento, cada indicación que daba, los llevaba escritos en su propio guión. ¡Siempre llegaba a las sesiones de grabación con todo fríamente calculado! Era sorprendente la claridad con la que escribía cada episodio; desde el principio, sabía exactamente lo que quería lograr y pensaba con mucho cuidado cada palabra o frase que dirían sus personajes, a tal grado que nunca corrigió una sola coma a sus guiones.

Así es como marcaba las posiciones y movimientos de los personajes en los guiones:

Las letras que aparecen encerradas en círculos, corresponden a la incial del nombre de cada personaje; cuando ésta era la misma, Chespirito agregaba la siguiente letra para diferenciarlos –por ejemplo, “Chi” para la Chilindrina y “Ch” para el Chavo, o “Ji” para el profesor Jirafales y “Ja” para Jaimito. Las flechas señalaban hacia dónde debían desplazarse los personajes.

Ya que se había montado la escena completa, seguía el ensayo general. En la industria de la televisión –sobre todo, en las telenovelas–, durante la grabación de las escenas, es frecuente y necesario el uso de un aparato auditivo, de tamaño diminuto y color piel, llamado apuntador. Debido a la gran cantidad de capítulos que tiene una telenovela, es casi imposible que los actores la memoricen completa; con el apuntador, ellos van escuchando los diálogos que deben decir, además de indicaciones como el lugar donde deben colocarse en el set, o en qué momento deben realizar alguna acción específica, como sentarse, desplazarse a otra zona, entrar o salir de escena. Aunque este dispositivo es muy útil, Chespirito no permitía que se usara en sus programas; le parecía que era innecesario y perjudicial para la interpretación del elenco –que debía ser natural y espontánea– y para el ritmo ágil que requería su comedia. Por esta razón, todos los actores tenían que memorizar sus textos.

En el ensayo general, la escena recién montada se repasaba sin interrupciones. Este ensayo era muy importante, no sólo para revisar la actuación, las posiciones y los movimientos del elenco; también era el momento para definir cómo se narraría la escena desde la parte visual. En el estudio había tres cámaras y, por esa razón, se tenía que decidir cuál de ellas capturaría cada acción de la escena y cada reacción de los personajes; por ejemplo, cuál filmaría al Chavo cuando le diera la garrotera, o cuál grabaría la reacción de enojo de don Ramón cuando Quico lo empujaba diciéndole “chusma, chusma”. En este aspecto, como en el de la actuación, Chespirito siempre cuidó cada detalle, por muy sutil que pareciera.

Además, durante esos ensayos existía la posibilidad de que los actores sugirieran alguna acción, frase o chiste, con el afán de mejorar las escenas. Chespirito siempre ponía atención a sus propuestas, las analizaba y tomaba en cuenta las que realmente aportaban o enriquecían lo que estaba escrito en el guión. Estas son las características más importantes del trabajo que se hacía en equipo: el gran liderazgo de Roberto Gómez Bolaños, su apertura para escuchar sugerencias, el entusiasmo de los actores y el enorme profesionalismo con que todos buscaban la excelencia en cada episodio.