06/ Septiembre/19
La Vecindad (segunda parte)
Si bien la mayoría de las escenas de “El Chavo” se desarrollaron en el patio de la vecindad, las casas de los inquilinos fueron escenario de muchas situaciones divertidísimas. ¡Cómo olvidar el juicio que le hicieron al Chavo en la sala de doña Florinda por haber atropellado al gato de Quico, o la sesión espiritista que organizó doña Clotilde en la de don Ramón! Aunque en menor medida que el patio, las viviendas de los personajes también cambiaron con el correr de los años. Como durante la primera década de la serie no se llevó un registro fotográfico de los interiores y los encargados de la decoración fueron cambiados por la empresa en repetidas ocasiones, muchos elementos –adornos, cuadros, plantas, flores e, incluso, los colores de las paredes y las cortinas– variaban constantemente.
En otra entrada en la que hablamos de La Vecindad te platicamos que, en los primeros programas, la casa de don Ramón tenía el número 14. En esa época, nunca se mostró el interior de la vivienda; cuando se abría la puerta, sólo se veía una pared con muy poca iluminación, seguramente para no tener que decorarla. Tras la llegada de doña Florinda y Quico, se reasignaron las casas; ellos ocuparon la de don Ramón y él se mudó a la 72, donde permaneció hasta el final del programa. La ambientación de su nueva casa era muy austera; la habitación se mostraba descuidada, llena de remiendos y desperfectos. En su interior había dos sillones arruinados –como las patas se habían roto, estaban colocados sobre tabiques de concreto–, una mesa para cuatro personas, una foto suya, otra de la Chilindrina, algunos banderines de equipos de fútbol, un viejo estante de madera con unos cuantos platos y cubiertos, una cajonera y un pequeño televisor.
La habitación de la Chilindrina aparece en el capítulo en el cual finge tener viruela –al final del episodio, se enferma de verdad y contagia a todos–; el mobiliario de este set consistía en una cama, un sillón y un ropero. Cuando Ramón Valdés abandonó el programa, el interior de la casa se mostró con mucha menos frecuencia; como la “biscabuela” de la Chilindrina se hospedaba ahí y ambos personajes eran interpretados por María Antonieta de la Nieves, verlas juntas ocasionaba grandes dificultades técnicas, así que Chespirito evitaba hacerlas coincidir en ese espacio tan reducido.
La casa de doña Florinda y Quico no tuvo modificaciones importantes; durante por lo menos una década, sólo varió algún cuadro, florero o adorno. La de doña Clotilde sólo apareció en un par de capítulos hasta la década de los ochenta, en los que pudimos conocer la sala y el comedor. Los muebles eran antiguos, muy acordes con su personalidad; había sillones estilo Luis XV, además de lámparas y otros objetos pasados de moda. En un episodio, los niños tienen que ir a su casa para dejar un periódico, por encargo del papá de la Chilindrina; al ingresar en la vivienda, ¡descubren que se trata de un tétrico castillo lleno de telarañas, con libros de hechicería, un esqueleto humano objetos que desaparecen, una escoba voladora y, frente a un caldero, ven a la “Bruja del 71” hechizando a un muñeco con la forma de don Ramón! Claro que todo fue producto de su imaginación; en realidad, nunca se atrevieron a entrar a la casa.
También conocimos la vivienda del señor Barriga –la cual, por supuesto, no estaba en la vecindad y contrastaba de manera muy notoria con las de sus inquilinos. La casa que sí experimentó varias modificaciones fue la que está en la planta alta. Primero, estuvo ocupada por doña Eduviges Fajardo, la “Loca de la Escalera”; después, la habitaron Gloria y Paty, las guapas vecinas que causaron gran revuelo entre los hombres de la vecindad; y, por último, llegó Jaimito, el cartero. Como era de medidas muy reducidas, la cama, el comedor y la cocina ocupaban el mismo espacio.
Pero… falta mencionar la casa de un personaje muy singular: ¡el Chavo! Muchos creen que vive en el barril que está en el patio, porque es donde suele estar cuando quiere estar solo. En realidad, el barril es su escondite, su refugio; el Chavo vive en la casa número 8, a la cual llegó cuando fue acogido por una solitaria pero bondadosa viejecita. Cuando ella murió, como no tenía familia, se quedó a vivir ahí. Mejor dicho, a dormir ahí, porque el Chavo vive en el corazón de todos los que gozamos y reímos con sus ocurrencias, pero que también nos enternecemos con su ingenuidad, su noble corazón y su bella alma.
Que padre, la verdad es que me hacia reír mucho porque era un programaba sano, felicidades 🙂 a quien hizo posible este blog y darnos a conocer parte de ese magnifico programa.
¡Muchas gracias por leernos! Saludos. ❤️