28 de Diciembre de 2020
Édgar Vivar
En esta nueva entrada, te platicaremos cómo fue que nuestro querido Édgar Vivar –quien, durante todos los años en que participó en los programas y películas de Chespirito, dio vida a personajes inolvidables como el señor Barriga, Ñoño y el “Botija”– llegó a convertirse en un famoso y estupendo actor. Édgar Ángel Vivar Villanueva nació el 28 de diciembre de 1948 en la Ciudad de México. Tal como ocurrió en los casos de Roberto Gómez Bolaños, su hermano Horacio y Rubén Aguirre, Édgar estudió una carrera que no tenía nada que ver con la actuación; entre 1966 y 1970, fue alumno en la Facultad de Medicina de la UNAM ¡y obtuvo el grado de Médico Cirujano con especialidad en gineco-obstetricia! Durante algunos años, ejerció su profesión con mucha responsabilidad, pero siempre combinó sus actividades con su otra pasión: el teatro.
Édgar descubrió su vocación por los escenarios cuando era un relajiento estudiante de preparatoria. Como parte de sus materias, tenía que elegir alguna actividad estética; él quería tomar el curso de Fotografía, pero el cupo estaba lleno y no tuvo más remedio que inscribirse a Teatro, aunque no tenía el más mínimo interés por la actuación. En una ocasión, su profesor le pidió que leyera un texto y, sorprendido por la gracia y naturalidad con que interpretó al personaje, lo invitó a participar en una obra. Después de esa experiencia, Édgar dejó de asistir a clase, pero ante la necesidad de acreditar la materia, volvió después de un tiempo. Y fue entonces que comenzó a descubrir un mundo que no sabía que existía; “subirte a un escenario, tener la oportunidad de vivir otra vida, buscar el reflejo de lo que tú eres en otro personaje”, así describe Édgar las impresiones que le dejaron sus primeros encuentros con la actuación.
Su gusto por el teatro creció tanto, que continuó desarrollándose como actor mientras estudiaba medicina e, incluso, cuando ya había obtenido su título. A propósito, Édgar cuenta una anécdota muy curiosa: resulta que, en una ocasión, él se presentaría en una obra en el Teatro Chapultepec, a pocos metros del hospital en donde hacía sus guardias médicas. El personaje que interpretaba era una persona de ochenta años, por lo que debía pintarse arrugas y utilizar una peluca blanca para caracterizarse. Cuando todavía estaba en el hospital, llegó un señor con una fractura de fémur; Édgar lo revisó, dio la orden de que le practicaran la cirugía correspondiente y se fue al teatro para dar la función. Cuando terminó, corrió al hospital para conocer el resultado de la operación. Todo había salido conforme a lo planeado; cuando visitó a su paciente en la habitación, el señor despertó aún bajo los efectos de la anestesia. Vio a Édgar y le preguntó: “¿Cómo estoy, doctor?” “Muy bien, señor, muy bien”, le respondió. En ese momento, el paciente observó a Édgar detenidamente y, asustado, le hizo otra pregunta: “¿Pues cuánto tiempo estuve dormido?” ¡El motivo de su asombro fue que, por la prisa de llegar al hospital, Édgar olvidó desmaquillarse y todavía estaba caracterizado como su personaje de ochenta años!
Con el paso del tiempo, la actuación se convirtió en su principal prioridad y terminó dedicándose a ella de manera exclusiva. Durante mucho tiempo, trabajó en gran cantidad de obras teatrales, hasta que conoció a Chespirito y pasó a formar parte de su maravilloso elenco. Hoy podemos agradecer a aquellas personas y casualidades que llevaron a Édgar Vivar a pisar el escenario y revelar su enorme talento para interpretar a esos personajes que nos han cautivado, emocionado, estremecido y divertido hasta las lágrimas. ¡Gracias, Édgar, por tu vida dentro y fuera de los escenarios!